La desertificación pone en riesgo la seguridad alimentaria
La ONU salió a advertir que para el año 2050 la economía global podría perder U$S 23 billones por la degradación de las tierras para cultivo. Cómo está la Argentina en materia de recuperación de suelos
La seguridad alimentaria corre peligro. Si bien la afirmación no es novedosa, es importante recordar que en el mundo más de 800 millones de personas, o una de cada nueve, padecen hambre. Y de la manera en la que se cuiden los suelos para cultivar alimentos y de cómo se frene el efecto de la desertificación dependerá que esa situación se revierta.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la economía global perderá U$S 23 billones (U$S 23.000.000.000.000) hasta el año 2050 por la degradación de las tierras, un fenómeno agravado por el cambio climático. El dato surge del informe "Perfil de los Países por la Neutralidad de la Degradación de la Tierras", elaborado por la Convención para la Lucha contra la Desertificación del organismo internacional (CNULD) sobre la información de 21 naciones que aportan información de manera voluntaria.
El trabajo revela que el impacto negativo sobre esas economías es del 9% de su Producto Bruto Interno (PBI), en promedio, y que en algunos casos particulares como la República Centroafricana, las pérdidas alcanzan los 40 puntos del PIB. Asia y el llamado "Continente Negro" alcanzan números "en rojo" de U$S 84.000 millones y U$S 65.000 millones, respectivamente, que atentan contra el desarrollo.
A nivel global, 169 países están afectados por la degradación del terreno, por las sequías o por ambos problemas; y de ellos, 116 se comprometieron a detener la desertificación dentro de los objetivos de desarrollo de la Agenda 2030 de la ONU. Además, deben compensar la degradación de tierras con recuperación de tierras equivalentes en superficie a las afectadas para recibir apoyo financiero de los organismos multilaterales.
¿Qué es la degradación?
En diálogo con Infobae, el investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Bariloche, Donaldo Bran, explicó que "la degradación se refiere a la pérdida de capacidad productiva de las tierras, o a la pérdida de servicios ecosistémicos que brindan, como la regulación hídrica, la captura de carbono y la conservación de biodiversidad".
Las causas del desgaste pueden ser varias: el sobrepastoreo, una excesiva carga ganadera y desmontes para aprovechar la madera o despejar el terreno para la actividad agrícola intensiva. Bran señala que la productividad de las tierras se puede analizar de diferentes maneras.
"En un bosque nativo se puede obtener un rendimiento medido en producción de granos, que luego se traduce en un determinado capital, o en cantidad de biomasa; y lo mismo si tomo un cultivo como la soja, sólo que en este caso no voy a lograr que me devuelva determinados servicios ecológicos que sí me puede dar el bosque nativo", detalló el especialista.
Para el hombre del INTA, "se obtiene ganancia de un lado y pérdida del otro. Son las sociedades las que evalúan a qué le dan más valor, en función de sus necesidades. Se escapa de lo técnico y entra en el terreno de la construcción de una visión de país. Por ejemplo, en un cultivo tuviste más ganancias que si hubieras mantenido el monte pero perdiste el capital natural, suelo, biodiversidad y servicios ecosistémicos", afirmó.
Sustentabilidad posible
Bran sostiene que "cuando se habla de sustentabilidad hay que destacar tres dimensiones: la natural, la social y la económica-productiva. Es muy difícil lograr que las tres dimensiones respondan al mismo tiempo y en el mismo sentido. Eso sería lo ideal". Y describe un posible caso.
"Si vos reemplazas bosques nativos por soja en Santiago del Estero, quizás la dimensión productiva para aquellos que están en el negocio, mejore mucho; la dimensión social quizás se pierda porque son campos privados por lo que la población local no recibe nada; y desde el punto de vista natural se va perdiendo biodiversidad. Esto puede traer aparejados problemas de erosión de suelos y consecuencias como inundaciones o deslaves, como es cada vez más frecuente en Salta", describió Bran.
El científico aseguró que "la poca productividad puede llevar a un empobrecimiento y a un aumento de la migración del campo a la ciudad. También empeora el hábitat, ya que las condiciones climáticas se hacen más extremas".
Para el Director General del Mecanismo Mundial de la CNULD, Juan Carlos Mendoza, "la tierra sustentable es el activo principal que respalda los medios de subsistencia en todo el mundo, desde los alimentos hasta los empleos y los ingresos decentes. Hoy enfrentamos una crisis de proporciones nunca antes vista: 1.500 millones de personas, principalmente en los países más empobrecidos del mundo, están atrapadas en tierras agrícolas degradadas. Esta realidad está aumentando la pobreza extrema, particularmente en áreas donde los fenómenos extremos y erráticos van en aumento debido al impacto del cambio climático ", sostuvo el especialista.
¿Qué pasa en la Argentina?
En un artículo publicado en la revista Agriscientia de fines de 2015, Bran junto a Juan José Gaitán (del Instituto de Suelos del INTA) y Cristian Azcona (de la Universidad Nacional de Río Negro) afirmaron que "la degradación de tierras es uno de los mayores problemas ambientales de la Argentina. Para gestionar esta problemática se requieren sistemas de monitoreo que permitan detectar su tendencia y proporcionar alertas tempranas".
Los investigadores recordaron que el país no es ajeno a esta problemática, "donde una parte significativa del territorio está sujeto a prácticas ganaderas y agrícolas inapropiadas, con un manejo inadecuado de sus recursos naturales, lo que implica la pérdida de la biodiversidad, de los bosques y del suelo y una progresiva disminución de la productividad, con la consiguiente disminución de la calidad de vida de la población rural", escribieron.
En este sentido, destacaron que desde el Estado se ha desarrollado un Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación (que depende del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación), cuya finalidad es cuantificar la naturaleza y la severidad de los impactos de estos fenómenos para construir capacidades de intervención que permitan atenuar estas consecuencias.
De acuerdo a las cifras oficiales del Informe de Estado de Ambiente de 2016 elaborado por la dependencia que encabeza el ministro Sergio Bergman, la desertificación progresa a un ritmo de 650.000 hectáreas por año. Sucede que el 70% de la superficie del país, unas 152 millones de hectáreas, es tierra seca y de esa extensión el 81% sufre un proceso de degradación generalmente ligado a la actividad humana.
Según este trabajo, esta situación se da en grandes superficies de 15 provincias. Sin embargo, presenta avances significativos en Río Negro, La Pampa, San Luis, Mendoza, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, Salta y Jujuy.
En este sentido el Observatorio nacional fija siete aspectos centrales en el Manejo Sostenible de Tierras: la conservación del suelo; la regulación hidrológica y la conservación de la calidad del agua; la conservación de la biodiversidad; la fijación de emisiones de gases con efecto invernadero; contribuir a la diversificación y belleza del paisaje; conservar la identidad cultural; y evitar la contaminación.
Algunas soluciones, ya
Para el Representante del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Martín Santiago Herrero, "la degradación de los suelos es una de las principales causas de la pobreza rural y la consecuente migración hacia los centros urbanos. Este proceso se agudiza en las zonas áridas y semiáridas del territorio, como es el caso de la estepa patagónica".
Es allí donde funciona el sistema MARAS (Monitoreo Ambiental para Regiones Áridas y Semiáridas) a través del cual se evalúa la evolución de los pastizales, el estado de la cobertura vegetativa, y los cambios florísticos. Según Bran, "estos sistemas mixtos, con información satelital y de terreno, son los más robustos tipos de monitoreo para tener un panorama bastante completo".
El MARAS está compuesto por unas 350 parcelas con una ubicación de un monitor cada 130.000 hectáreas, y una distancia mínima entre ellos de 35 km. La lectura de los monitores se realiza durante la temporada de crecimiento. El suelo debe estar seco y se debe evitar la primavera. Los muestreos se repiten cada cinco años.
La importancia de este mecanismo de seguimiento radica en que "los pastizales naturales de la Patagonia son ecosistemas únicos en su tipo y constituyen la base de la ganadería ovina tradicional. Éstos proveen de importantes servicios ambientales, ya que son ricos en diversidad biológica, generan hábitats para la fauna nativa y regulan el suministro de agua", según el protocolo de instalación del sistema.
Allí se explica que "actualmente, estos paisajes están amenazados por la desertificación, un proceso que genera pérdida de suelo y cambios en la vegetación que pueden ser irreversibles".
Bran expuso su argumento. "Nosotros tenemos un país muy interesante, donde una tercera parte es húmedo (región pampeana) y el resto son zonas secas (áridas o semiáridas). Cuando planteas políticas de sustentabilidad son muy diferentes las condiciones para una región como para las otras. Y es un país que además tiene otras realidades donde Vaca Muerta o los emprendimientos de minería interactúan con la ruralidad. Y es ahí donde hay que lograr un equilibrio con el desarrollo en ese otro país, más allá de la Pampa Húmeda".
Alimentar el Planeta
Desde el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, explicaron que las personas cuentan con seguridad alimentaria cuando tienen acceso permanente a suficientes alimentos nutritivos para poder mantener una vida sana y activa. Para lograr este objetivo se tienen en cuenta tres variables: la disponibilidad, el acceso y el uso de esos alimentos.
Respecto a la primera condición, el organismo sostiene que los alimentos deben estar disponibles en cantidades suficientes de manera consistente. También toman en cuenta la producción y el inventario de un área determinada y la capacidad de traer alimentos de otras zonas a través del comercio o la asistencia.
El vínculo entre desertificación, degradación de suelos y seguridad alimentaria llega a tal punto que la ONU afirma que estos fenómenos son responsables de la pérdida de 23 hectáreas de tierra cultivable por minuto en todo el Planeta. Los especialistas del organismo explicaron que, de no encontrar una solución efectiva, a largo plazo podría causar no sólo la escasez de alimentos sino también un aumento en las migraciones de las poblaciones, lo que pondría en peligro la estabilidad social y política de las naciones.
Cada 17 de junio, en el marco del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, Naciones Unidas recuerda que por año se pierden 12 millones de hectáreas, donde se podrían haber producido 20 millones de toneladas de cereales. Esta cifra confirma que la pérdida de tierra cultivable es 30 o 35 veces superior a la tasa histórica y que afecta a 1.500 millones de personas.
Es por eso que desde el CNULD instaron a "actuar de forma inmediata y urgente", y a "detener esta alarmante tendencia" con un paquete de medidas cuya implementación costaría unos U$S 4,6 billones (U$S 4.600.000.000.000), el 20% de las pérdidas estimadas". Sólo una porción de dinero para que el hambre en el Mundo deje de estar en boca de todos.
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