La cotización de la hectárea varía en más de 500 euros según la zona, el acceso y la calidad
«A terra que sae aquí ao mercado voa no aire». Lo dice un ganadero de Dumbría, un municipio que linda con Mazaricos, el concello con mayor producción láctea de toda Galicia. Lo sabe bien porque hace unos cinco años buscó desesperadamente un terreno en el que cultivar maíz para alimentar a su ganado. Lo acabó encontrando a unos seis kilómetros de su granja, en el vecino concello de Vimianzo. Hace un lustro ya no había mucha oferta de tierra en Dumbría, pero ahora, además de no existir apenas oferta, las tierras que salen a cuentagotas a cotizar al mercado libre están por las nubes. «Tanto aquí coma no veciño concello de Mazaricos, xa na comarca de Xallas, hai prados polos que están pedindo 24 euros por ferrado e iso tirando á baixa porque hai quen chega a pedir máis», cuenta.
El camaleónico ferrado en Dumbría mide 424 metros cuadrados. Echando cuentas, al precio del que habla este ganadero, una finca con buenos accesos en ese concello costaría en alquiler al año más de 560 euros.
Las tarifas que llegan a pagarse por parcelas de uso agrícola para plantar cereales como el maíz son aún más altas en otros ayuntamientos de comarcas de alta producción láctea como algunas zonas de la de Ordes, donde el ferrado llega a los 50 euros anuales. Eso es lo que está pagando por una finca otro ganadero de Frades, donde, al ser la tierra menos productiva que en Dumbría, el ferrado es mayor: 636 metros cuadrados. Solo por uno de los terrenos que tiene alquilados paga 786 euros, una verdadera fortuna según comentan otros miembros del sector cuando se les menciona esa tarifa. Pero este ganadero está dispuesto a pagar porque, como dice, «é unha finca que está ao lado da casa e xunto a outra que xa tiñamos. Ao mesmo tempo, non tiña dereitos de PAC, algo que era o que buscaba porque precisaba máis terreo para cultivar millo e non perder os dereitos que tiña».
A unos veinte kilómetros de su granja, en Trasmonte, la actividad ganadera es mucho menor y la tierra en alquiler resulta bastante más barata, pero por otro lado el coste de cultivarla se incrementa. «Temos terra a dez kilómetros e, cando hai que botalo xurro, nunha hora botamos unha cisterna. Nas leiras que están ao lado da casa botamos catro no mesmo tempo. O que ven coa cisterna cobra por hora... Bota contas», apunta este ganadero. Aunque él paga lo que paga por el terreno que tiene al lado de casa, reconoce que es complicado sostener una explotación láctea con unos precios de alquiler como estos. «Bótalle pagar 786 euros de aluguer por hectárea, máis outros 1.200 ou 1.400 de custes de produción dunha hectárea de millo, logo che compensa mercala forraxe», apunta. La cuestión es que para cobrar los derechos de PAC hay que tener terreno cultivado.
Quien tiene un labradío en zonas de alta producción agroganadera como Mazaricos, Frades o incluso la comarca de Deza _aunque ahí los precios son mucho más moderados, en torno aos 300 ou 350 euros a hectárea_ sabe que no tendrá problema en alquilarlo por un precio superior a los marcados por la administración para los terrenos que están incluidos en el Banco de Terras.
Las tarifas de las que hablan los ganaderos consultados son solo una muestra de un mercado libre con prácticamente tantas cotizaciones como parroquias hay diseminadas por toda la comunidad. Frente a zonas entendidas como la milla de oro del terreno agrícola, hay otras donde los precios son mucho más moderados o incluso están a la baja. En concellos como Chantada o Agolada, por ejemplo, la hectára ronda una media de poco más de 200 euros, mientras que en parroquias del interior de Ribadeo esta ronda los 250. Y no todas las explotaciones pueden permitirse abonar más de 500 euros por una hectárea de terreno. «Para os que nos adicamos ás ovellas, pagando 220 euros ao ano xa é mellor deixar a actividade», apunta el propietario de una explotación de ovino del interior de Lugo.
Más allá del precio de alquiler que llega a alcanzar la tierra en esas zonas de alta producción agraria, desde la Sociedade Galega de Pastos apuntan que ese es un «mercado oculto» en el que resulta complicado conocer qué terrenos son susceptibles de arrendamiento porque sus dueños solo alquilan «a xente con referencias». El que no conoce la zona, no sabe qué oferta hay o quien estaría dispuesto a poner sus fincas en el mercado.
El temor a no poder cobrar (aunque la Xunta lo garantiza a través del Banco de Terras) o la desconfianza que provoca en muchos propietarios el no saber quién va a trabajar su tierra es uno de los factores que frenan la inclusión de parcelas privadas no cultivadas en el Banco de Terras, dependiente de la Axencia Galega de Desenvolvemento Rural (Agader). De hecho, de las 5.460,22 hectáreas de terreno que están incluidas en él, solo 1029,06 son propiedad de terceros, mientras que 4.309,19 son propiedad de Agader.
Eso también explica por qué las zonas donde se están pagando precios más altos por la tierra para uso agrícola no coinciden en muchos casos con las comarcas que más demandas de terreno presentan ante el banco público. De hecho, las comarcas donde más fincas se solicitan al ente público, por este orden, son las de Arzúa, Santiago, A Limia, Ordes, Terra Chá, Verín, Deza, Betanzos, A Mariña oriental y a Mariña central.
Compra de maíz
Resulta paradójico que Galicia disponga de gran cantidad de terrenos abandonados, mientras ganaderos y agricultores estén pagando precios tan elevados por los terrenos en algunas zonas de alta actividad agroganadera. La falta de tierra disponible allí donde hay demanda ha llevado a que algunas cooperativas como Cobideza, con socios en concellos como Lalín, Agolada, Vila de Cruces e Silleda, haya optado por fórmulas como la de comprar la producción de maíz a precio garantizado a agricultores de A Limia.
La fórmula abre la puerta a que otros hagan algo parecido. ¿Cómo? Cultivando el cereal en áreas ahora abandonadas para ganaderos que pueden estar a varios kilómetros de distancia. Pero es solo una alternativa.
«Dixéronme: ‘‘Alúgoche a terra, pero os dereitos da PAC cobroos eu’’»
Galicia apuesta por las explotaciones de ganado en extensivo. Cada vez más. Tanto de vacuno de carne como de especies autóctonas de otras razas como el porco celta. Para ellas un hándicap es hallar terreno para «poder medrar». Es lo que le ocurre a un ganadero del interior de la provincia de Lugo que está buscando, dice, tierras desde hace al menos un año. «Non é fácil atopar», apunta este hombre cuyos animales pastan libres por unas 40 hectáreas de terreno, pero precisaría otras tantas. «Hai terreo, o que pasa é que o que está facendo moita xente é plantar eucalipto ou pino en lugar de deixalo para pasto. E despois atopas tamén casos nos que che comentan ‘alúgoche a terra, pero os dereitos da PAC continuos cobrando eu. Téñenmo dito», apunta.
No es el único que alude al hecho de que algunos propietarios no quieren dejar en alquiler sus terrenos a terceros para no perder los derechos de la PAC (en teoría ayudas diseñadas para apoyar a aquellos ganaderos o agricultores en activo) como un obstáculo para encontrar fincas con las que hacer progresar sus explotaciones. Pero no cabe duda de que hay más palos en la rueda. El minifundio y la falta de accesos para que puedan llegar hasta las fincas la maquinaria de gran tamaño que ahora hace las labores del campo son otros hándicaps. De ahí que los mejores terrenos alcancen precios tan elevados como los que se están viendo en el mercado libre.
Desde la Administración son conscientes del problema que supone para el desarrollo sector el problema de la falta de terreno en una comunidad como Galicia, donde el abandono de tierras es un problema de cara a la prevención de incendios, pero también a la hora de aprovechar todo el potencial económico del campo. La futura Lei de Recuperación e Posta en Valor de Terras Agrarias, cuyo borrador está prácticamente terminado, tratará de responder a las demandas del sector, al tiempo que realizará una ordenación de usos de la tierra en función de sus capacidades productivas, como explican fuentes de la Axencia Galega de Desenvolvemento Rural (Agader). Porque, por ejemplo, una de las demandas de los ganaderos o agricultores que buscan tierra es que se ponga el foco sobre las plantaciones forestales en terreno agrícola. Y más allá de los fondos de terrenos del Banco de Terras, desde Agader apuntan que están buscando otras alternativas que ayuden a la movilización de terreno. Los proyectos piloto de Cualedro, donde se han logrado reunir 250 hectáreas de tierra abandonada; el de Sober, donde se han movilizado 23 hectáreas para ganadería y cereal, o las 80 hectáreas de Folgoso de O Caurel para recuperar soutos son un ejemplo. Pero además desde Agader tienden la mano a aquellos que busquen tierras. Cada interesado, dicen, puede presentar una memoria del proyecto que quiere llevar a cabo y dónde busca la tierra.
El cambio de uso multiplica el valor de las tierras del banco
Cuando se creó el Banco de Tierras de la mano del Gobierno bipartito en el 2007, hubo ganaderos que accedieron a terrenos de masas comunes de la concentración parcelaria. «Había fincas nas que non me entraba o tractor porque a maleza era máis alta», cuenta uno de aquellos ganaderos del interior de la provincia de Pontevedra. Ahora en aquel pedregal hay pasto. Lo mismo les ha pasado a otros muchos que ahora ven como al renovar sus contratos con el banco han pasado de pagar cantidades de 25 euros por hectárea a más de 200 en algún caso. La razón es que al haberla trabajado el uso de la tierra ha cambiado y la tarifa oficial es otra. Ellos dicen que fueron ellos los que dieron valor al terreno. E l precio nuevo no les resulta rentable. Y miran a Francia, donde el precio de la hectárea no pasa de 150 euros.
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