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Biblioteca La paradoja de la agricultura familiar

La paradoja de la agricultura familiar

La paradoja de la agricultura familiar

Resource information

Date of publication
Janeiro 2015
Resource Language
ISBN / Resource ID
IPDRS-Diálogos-142
Pages
4
License of the resource

 
El autor del presente trabajo obtuvo el segundo premio de la categoría artículos en el Concurso sudamericano Alimentos y pensamientos, siempre en agenda. El texto define con sus principales elementos constitutivos el concepto de Agricultura familiar y luego, usando información de fuentes secundarias, compara hechos del área en varios países de la región y valida su argumentación respecto al papel social y económico de la AF en Sudamérica. El Comité calificador destacó especialmente la perspectiva regional del artículo y su argumentación.
Al tratar de conceptualizar la Agricultura Familiar (AF) en América Latina se pueden encontrar más    de diez definiciones, que difieren según las variables analizadas, como por ejemplo, el país donde se realice el estudio e incluso al espacio geográfico particular al que nos estamos refiriendo. Además de las tipologías establecidas como campesina, comunitaria, de subsistencia o en transición, que dan     otras connotaciones y mayor densidad al significado básico.
Cada país maneja su propia visión de AF, lo cual permite respetar las características locales, en estos conceptos existen ciertos puntos en común que a continuación se detallan.   
En primer lugar, la parcela de producción, explotación o unidad productiva no sólo es un lugar de   producción, sino que además se ha convertido en un espacio donde la familia desarrolla sus    actividades en relación con el medio ambiente y, por otro lado, las niñas y niños aprenden  actividades  agrícolas y mantienen contacto directo con la  naturaleza.
En segundo lugar, predomina la mano de obra familiar. La jefa o el jefe de la unidad productiva cumplen el papel de administradores y no solo forman parte de la mano de obra.      
Los ingresos provienen de la unidad productiva, pero pueden existir otras fuentes de ingreso no agrícolas. En países como Brasil y Chile se han aprobado leyes que consideran agricultores familiares, a quienes generan sus ingresos principalmente de la actividad agropecuaria.
En tercer lugar, el tamaño de la unidad productiva se considera pequeño en términos generales. La extensión, sin embargo, dependerá del país y de la zona específica en análisis. Por ejemplo, en las zonas costera y amazónica de Ecuador, se considera AF a explotaciones menores a 50 hectáreas, mientras que en la zona de la sierra se trata de explotaciones menores a 10 hectáreas. En Chile se considera AF aquellas explotaciones que no superan las 12 hectáreas de riego básico, concepto que identifica superficie bajo riego con adecuada potencialidad de producción.   
Factores de apoyo a la producción
Con mirada retrospectiva puede afirmarse que el hecho de no tener un concepto claro y relativamente homogéneo de AF ha sido uno de los condicionantes que por décadas permitió la dispersión de iniciativas y duplicación de esfuerzos, por lo cual, pensando en futuros esfuerzos particulares y conjuntos en la región de Sudamérica será prioritario establecer un concepto común que permita fortalecer la comprensión de la AF, al mismo tiempo que se respeten las particularidades de cada     localidad.
La importancia de la AF para América del Sur se expresa también en cifras, ya que representa el 82% de las explotaciones agropecuarias en la región, lo que significa hasta un 67% de la superficie agropecuaria de cada país. Es uno de los pilares en la producción de alimentos, ya que abastece hasta en un 67% los mercados locales, generando más de 60 millones de puestos de trabajo, según mencionan CEPAL, FAO e IICA en su informe 2013. Estas cifras (Figura 1) muestran la relevancia que    tiene la AF y por qué debería ser una de las prioridades en las agendas políticas de nuestros países.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Laimportancia de la AF en la región ha promovido varias iniciativas para potenciar el sector y dotarlo de infraestructura, tecnología y factores de producción adecuados y, con un objetivo aún mayor, mejorar las condiciones de vida de los agricultores. Lastimosamente, los esfuerzos realizados para fomentar un desarrollo adecuado de la AF no son, hasta ahora, suficientes, todavía el 66% de la pobreza global se ubica en zonas rurales, en donde la mayor parte de la población son agricultores familiares.
Los limitantes que han impedido la consolidación de la AF se encuentran a lo largo de toda la cadena productiva, el débil marco político e institucional diferenciado para la AF y no dimensionar de manera adecuada los problemas del agricultor familiar.
Todo eso causa inestabilidad política, social y productiva produciendo el efecto de 47 millones de personas que todavía padecen hambre en América Latina y el Caribe. Se trata de personas que podrían cubrir sus requerimientos nutricionales si se mantuvieran los niveles productivos actuales, se   mejorara el acceso a los mismos y se evitará el desperdicio de alimentos.
Se ha calculado que cada año se desperdicia más del 15% de los alimentos disponibles en América del sur, lo cual refleja la fragilidad de los sistemas productivos y alimentarios, en los que participa en gran porcentaje la AF. Según la FAO, del total del desaprovechamiento de alimentos, el 28% se da en la producción, 22% durante el almacenamiento o manejo y el 17% en la distribución o venta. En todas las etapas el pequeño agricultor familiar está involucrado de forma directa.
La agricultura familiar de cada día
Poco a poco la sociedad se ha insensibilizado frente a las estadísticas regionales sobre AF, por ello, para mejorar la apreciación del tema en la región es necesario replantear el problema global     dándole un enfoque local. Un ejercicio revelador es que, si a cada comida en nuestros respectivos países le restamos los alimentos provenientes de la AF, desaparecería el 64% de carne de cerdo en Argentina, el 94% de producción caprina en Chile, el 93% de banana en Paraguay y el 80% de hortalizas en Uruguay.
En la siguiente figura se representa la importancia de la AF en el abastecimiento de ciertos productos  de consumo diario en Brasil, Paraguay, Bolivia y Ecuador. Estos casos, que  son similares en toda la región, denotan lo imprescindible que es el trabajo del agricultor familiar en la alimentación básica de sus respectivos países.
Productos como el feijão (fréjol o frijol) en Brasil o la mandioca en Paraguay, que son básicos en la dieta alimenticia, dependen en un 70% y 94% respectivamente del trabajo de agricultores familiares y, en ambos casos, la producción láctea se vería afectada en más de 50% si la AF dejaría de producir. En los casos de Bolivia y Ecuador, el abastecimiento de alimentos como la papa dependen de la AF en un 100% y 64% respectivamente, y el maíz en 70% en ambos casos. Ambos productos básicos en la dieta de estos países andinos. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Para las y los agricultores, la importancia de ser responsables de la producción de estos alimentos Va mucho más allá de las cifras. Si bien los porcentajes representan provisiones y abastecimiento de    los mercados locales, indirectamente intervienen en la competencia de precios, en la nutrición y satisfacción del consumidor y en mantener un ritmo de vida adecuado. Por ello, su falta o deficiencia tienen efectos no solo alimenticios, sino que además afectan al correcto funcionamiento de la sociedad. Por esto, podríamos mencionar que la agricultura familiar es la base y permite el correcto funcionamiento de los sistemas sociales y políticos actuales.
Con estos datos, se recalca aún más la importancia de la AF, por lo cual se debe volver a mirar el campo, en especial al pequeño productor como el encargado de llenar de alimentos nuestra mesa.   Las nuevas generaciones deben encontrar las oportunidades que ofrece la AF en América del Sur a través de sistemas productivos de pequeña escala y con ciertas innovaciones, que evolucionarían      generando un mayor impacto para el propio sector y para la sociedad en general.
Es por eso que las soluciones a los problemas actuales deben arrancar con cambios ligeros, reconociendo que tras la AF se encuentra un grupo heterogéneo de recursos y personas. Se debe trabajar en innovaciones sencillas, que den respuesta a eslabones específicos de la cadena productiva, pensando en pequeña escala, que sirvan a agricultores de manera individual y que puedan ser replicados en grupos más grandes de productores. La solución a los conflictos permitirá mejorar el abastecimiento de alimentos en nuestros países e impulsar la seguridad alimentaria con énfasis en la ruralidad.   
El pilar de la seguridad alimentaria
La AF se ha convertido en una de las principales fuentes de producción de alimentos y se han aplicado varias estrategias para vincularla a mercados estables, entre las que destacan los programas de compras públicas, como en el caso de Ecuador y Brasil. Brasil impulsó una ley que establece que el 30% mínimo de fondos públicos será destinado para la compra de alimentos provenientes de la AF entregados a través de programas de alimentación escolar. Además, destacan los programas de inserción en cadenas de valor como los programas de Chile o Colombia, que promueven la agricultura familiar como la principal fuente proveedora de materias primas para la agroindustria.
Pero aún con estos programas resulta escaso el acceso a mercado por parte del pequeño agricultor. Mientras haya mayores oportunidades para comercializar de manera justa sus productos, se dinamizarán otros eslabones de la cadena para satisfacer la demanda existente, lo que conllevará una mayor disponibilidad de alimentos de calidad a precios adecuados, reactivando así las economías rurales y recuperando el interés perdido de trabajar en el campo por parte de la juventud rural.
Esto no se puede conseguir sin un marco político adecuado, diferenciado y justo, pasando de Ministerios de Agricultura que velan por la producción a Ministerios que velan por la producción y la alimentación de la población, en donde los afectados directos y la sociedad civil en general se vean involucrados y participen en la construcción de políticas y programas, que promuevan la comercialización con un nuevo enfoque de la pequeña agricultura.
Por otro lado, la iniciativa prioritaria para fortalecer la AF y garantizar la seguridad alimentaria en la región deberá ser la promoción de mercados formales e informales de alimentos que vinculen de manera directa al pequeño productor con el consumidor, para lo cual se deberá concientizar a ambas partes generando una cultura de compra directa, en donde se priorice el abastecimiento de   productos de calidad y el uso adecuado de los mismos.
Finalmente, con la apertura de la oportunidad comercial para la AF se le otorga una visión a futuro diferente, se promueve el acceso, uso, establecimiento y la disponibilidad de alimentos en las Américas, de manera eficiente, aportando a una agricultura de respeto y preservación de los recursos naturales. 
  

Las opiniones expresadas en este documento son responsabilidad del autor y no comprometen la opinión y posición del IPDRS.

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