Un estudio elaborado por la organización agraria COAG evidencia con datos que los datos macro del sector agrario no dejan de crecer, pero lo hacen con menos agricultores y ganaderos. Y advierte del proceso de ‘uberización’ del campo español
Han sido numerosas las ocasiones en las que tanto el consejero de Agricutura del Gobierno de Aragón como las organizaciones representativas del sector han dicho alto y claro que lo que está en peligro no es la agricultura. La amenaza que supone el cambio climático, las guerras comerciales, los recortes de Bruselas, la crisis de precios, las distorsiones de la cadena alimentaria y los injustificadas acusaciones que ponen lo agrario en el centro de la diana (de la salud humana y del planeta) la sienten sobre su cabeza (y sus bolsillos) los agricultores profesionales, aquellos pequeños propietarios que, como dicen los sindicatos, son los que se suben todos los días al tractor, los que ocupan todos los días a sus animales, los que viven de la tierra y que, como cada día viven peor, se están viendo obligados a cerrar sus explotaciones y marcharse del campo.
Porque cada vez hay menos agricultores. Pero hay mucha más agricultura. Lo dejan muy claro las cifras, que retratan un sector que parece ir viento en popa. Ahí van algunos datos: en 2018 la renta agraria alcanzó los 30.217 millones de euros, un récord nunca antes conseguido y con el que se remataba una tendencia al alza que se ha consolidado desde 2012, según los datos del Ministerio de Agricultura. En ese año, y por segunda campaña consecutiva, el valor de la producción final agraria también hizo historia, al alcanzar los 53.391 millones de euros. Las exportaciones se han disparado un 97,5% en los últimos años hasta romper otro techo, superar los 50.000 millones de euros, con los que también ha tomado velocidad el saldo comercial positivo para el conjunto de la balanza española.
Los detalles de esta fotografía muestran, sin embargo, que no todos viven la fiesta. "Lo que va bien es lo macroeconómico, las grandes cifras de producción, exportación..., pero a los agricultores no nos va tan bien", señala la organización agraria COAG en un documento en el que denuncia el proceso de "uberización" de la agricultura en España. Con ello quieren advertir que España avanza hacia un modelo de "agricultura sin agricultores", en el que la cadena no genera valor para el productor, sino que más bien lo destruye "con la intención de hacer desaparecer las explotaciones familiares", que están siendo reemplazadas "por grandes extensiones especulativas". Porque ya lo decía Maurice Levy (presidente del grupo Publicis) en el Financial Times: "La uberización es la idea que uno se despierta por la mañana descubriendo que su trabajo ha desaparecido".
El sector lácteo ha perdido en 12 años 235.224 explotaciones de bovino de leche, pero ha visto aumentar considerablemente la producción de este alimento.
Mientras que en 2007 la superficie dedicada a frutas y hortalizas ocupaba unas 1.462.000 hectáreas, que pertenecían a 215.000 titulares de explotaciones, una década después para un área en producción aún mayor, un total de 1.594.000 hectáreas, apenas quedaban 172.000 titulares. O dicho de otra manera, en una década el sector había perdido en España el 20% de los activos agrarios en este subsector, pero había ganado un 9% de superficie, nada menos que 130.000 hectáreas.
No solo hay menos explotaciones. Además cada vez son menos aquellas que tienen carácter familiar. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), en 2018 había en el sector agrario español 306.000 trabajadores por cuenta propia. De ellos, solo 14.200 son ayudas familiares, mientras que 512.500 son trabajadores asalariados. A ello hay que sumar el elevado envejecimiento del sector, en el que más del 60% de los agricultores tiene más de 65 años y acapara más del 60% de la titularidad.
Estos son los ejemplos con los que COAG advierte del cambio de modelo que está sufriendo el sector agrario en el país, una ‘uberización’ del campo propiciada por "la aparición de oligopolios que convierten a los agricultores en meros intermediarios que no tienen ningún control sobre la producción y sobre los precios".
Así lo señala esta organización agraria en un minucioso estudio en el que denuncia el "doble embudo" de una cadena de valor en la que los agricultores se han quedado atrapados justo en medio. En uno de esos lados, dice COAG, se encuentra la distribución comercial «fuertemente concentrada», ya que "los seis primeros grupos de distribución comercial concentran el 55,4% de la cuota de mercado en España". En el otro lado, las fusiones (Monsanto y Bayer, Dow y Dupont o Syngenta y ChemChina) han generado que cada vez sean menos y más grandes y poderosas las empresas a las que los profesionales del campo tienen que comprarles los insumos (fertilizantes, semillas, herbicidas...). En esta situación, "queda claro quién impone los costes y los beneficios", señala COAG. Y no son precisamente los agricultores, insiste la organización agraria.
El paso atrás que se ve obligada a dar la explotación familiar en este nuevo modelo productivo tiene mucho que ver también con los cada vez más habituales procesos de integración que generan "oligopolios", desde los proveedores de materias primas a la comercialización, pasando por la producción. "En este proceso, los agricultores nos vemos convertidos en meros maquileros, con riesgo de ser automatizados y sustituidos por robótica", insiste el sindicato.
Y en esta doble concentración los que están amenazados, alerta COAG, son los 350.000 empleos que podrían desaparecer en breve en España.
Digitalización y capital externo
No duda COAG de la importancia de la digitalización del sector, una tecnología que "tenemos en las puertas de las explotaciones, cuando no dentro ya", dice la organización agraria. Pero en su documento, como ya ha advertido su secretario general en distintas ocasiones, la organización agraria alerta de los "riesgos y amenazas" que este reto puede suponer para el modelo de agricultura y alimentación que defiende. Por eso insiste en que si no se toma conciencia de que "ahora no solo produciremos alimentos sino también datos que tienen mucho valor", se corre el riesgo de que el "tsunami" de la transformación digital termine por llevarse por delante el modelo de producción familiar y profesional.
En esta ‘uberización’ del campo está jugando un papel protagonista la creciente entrada de capital externo. Es cierto, y así lo reconoce la organización agraria, que la llegada al campo de dinero que nada tiene que ver con el sector primario, no es nada nueva. Pero lo que preocupa es que en los últimos años se ha constatado un excesivo aumento del interés de los inversionistas por la agricultura. Las causas que explican este floreciente atractivo "son múltiples y combinadas", señala. Y entre ellas apunta cuestiones estructurales, como una política europea de inyecciones de liquidez y bajos tipos de interés que ha provocado una mayor disponibilidad de recursos financieros para la inversión. Hay también, y sobre todo, unas perspectivas de crecimiento de población y de necesidad de alimentos, con recursos productivos cada vez más escasos, que evidencian el potencial de rentabilidad "indiscutible" y de valor estratégico de las empresa agrarias.
Liberalización comercial
Por si todo esto fuera poco, la liberalización comercial, llegada al calor de la globalización, se ha convertido en "un grave ataque a la sostenibilidad de nuestras explotaciones", explica el sindicato agrario. Porque lo que sucede es que la producción española, y con ella la aragonesa, está inmersa en el modelo (europeo) de producción más exigente del mundo, tanto en el que las estrictas normativos son garantía de un consumo de alimentos seguros, respetuosos con el medio ambiente y el bienestar animal. Pero luego, en el mercado, y gracias a la continua apertura comercial que ha favorecido tanto los acuerdos multilateral en el seno de la OMC como los pactos bilaterales, hay que competir con productos llegados de terceros países (fuera de las fronteras de las UE), que llegan con precios mucho más bajos porque sus costes son menores y sus exigencias más laxas. "No respetan ni al consumidor ni a los productores europeos, que nos vemos desplazados por una supuesta falta de competitividad", lamenta y denuncia COAG.
El resultado, según explica el documento, que acompaña sus argumentos con ejemplos más visibles en los más importantes subsectores agrícolas y ganaderas, es un cambio de paradigma del modelo productivo "que ya está aquí, delante de nosotros". Un modelo, matiza, en el que ganan terreno "los grandes inversores, en muchas ocasiones con capital ajeno al agrario, que busca solo rendimientos económicos sin generar, entre otros, ni tejido social, ni mantenimiento de la población rural y del medio ambiente", mientras retroceden los agricultores tradicionales y la agricultura social y profesional.
Aunque el panorama no es nada halagüeño, COAG considera que si realmente lo que se quiere es "una agricultura con agricultores en el marco de una economía social agraria" todavía hay tiempo para revertir la situación. Para ello, consideran que, primero, "las administraciones tienen que aclararse y dejar de llenarse la boca de buenas palabras mientras ponen la alfombra a grandes empresas y al sector comercial". Y mientras toman la decisión le recuerdan que lo que se necesita es una apuesta por ese modelo de producción que conforman "los hombres y mujeres que trabajan directamente en sus explotaciones y viven de su actividad".
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