Un tercio de las explotaciones agrarias catalanas están ya en manos femeninas
Dos ganaderas y una maestra cuentan cómo viven en las zonas no urbanas
Por Alba Jaumandreu
En las zonas rurales de Catalunya residen un millón de mujeres, de las que el 20% se dedican a la agricultura o la ganadería. Es una presencia que va cobrando importancia, en un sector en el que el dominio ha sido históricamente masculino y que la falta de relevo generacional está dejando sin manos.
Los avances son significativos: de las 56.000 explotaciones agrarias que hay en territorio catalán, una tercera parte son ya titularidad de mujeres. Pese a ello, son modestos. En el último año se han incorporado al sector agrario 114 mujeres jóvenes, aunque el 54,8% del total de trabajadoras en zonas rurales se encuentran en paro. La tasa es baja comparada con el desempleo registrado entre los hombres dedicados a estas actividades.
Uno de los estigmas que deben combatir estas mujeres es el de su invisibilidad. Muchas de las que trabajan hoy en el mundo rural permanecen escondidas tras los hombres que son los que cultivan el campo (y, por tanto cotizan), mientras que ellas se quedan cuidando de la casa o del huerto.
La asociación Dones al Món Rural se ha constituido recientemente con la finalidad de dar voz a todas las mujeres que trabajan en el sector agrícola, ganadero, forestal y de la pesca. Ser la voz de todas aquellas mujeres que hasta día de hoy han estado silenciadas, pero trabajando.
Maria Dolors Català, presidenta de la junta de la asociación, aclara que su intención no es relevar a nadie, simplemente buscan ofrecer su punto de vista en los lugares de decisión. “Somos muchas mujeres que trabajamos en el sector rural, y nos gustaría poder opinar, sobre nuestros lugares de trabajo”.
La presidenta remarca que es muy importante dar visibilidad a las mujeres. “Hasta ahora parecía que no estábamos, pero sí, y trabajando mucho. Solo queremos que se nos reconozca el trabajo que hemos hecho”.
En Catalunya hay 947 municipios pero la población catalana se concentra en solo 300 núcleos. Las zonas rurales suponen el 90% del territorio catalán, aunque la mayoría de sus habitantes, el 95%, residen en el 10% considerado zona urbana.
Mujer y ganadera
Anna Jiménez se dedica al sector de la ganadería en el Baix Ebre. En 1996, por circunstancias de la vida, aunque no por vocación, creó Granja Luisiana, una industria alimentaria que ahora cuenta con 12 trabajadores. Su granja está dedicada a la cría especies de patos y pollos de corral, de una manera natural, aunque no ecológica.
“Quería dedicarme a la tierra, estar vinculada a ella y a la naturaleza”, confiesa Anna, quien reconoce que desde muy pequeña tenía claro que se quería dedicar algún oficio que estuviera relacionado con la naturaleza. “Amo la naturaleza, todo lo que nos da. Es impresionante y se tiene que cuidar”, afirma Anna.
La ganadera reconoce que el papel de la mujer en este sector aún está muy invisibilizado. Se tiene que trabajar mucho más siendo del sexo femenino, hacer más esfuerzo para llegar al mismo sitio que ellos. “Se subestima nuestro papel en según qué sectores”, añade. “Tristemente todavía se considera un mundo de hombres”, lamenta.
Jiménez confiesa que es una batalla constante con intermediarios, con los números, y sobre todo para hacerse visible, “Somos mujeres y se nos tiene que dignificar mucho a nosotras y a la profesión”. Anna explica que aunque es costoso anímicamente, es gratificante a largo plazo luchar por los derechos de las mujeres en este sector. “Es nuestro trabajo y lo hacemos igual de bien”, manifiesta
Aunque con algunos tropiezos, y la batalla por su sexo, Jiménez ahora cuenta con su propia empresa con producción y matadero propio. “No hay vacaciones, ni días de fiesta. Trabajo día y noche”, pero confiesa que su pasión y su estima por la tierra van ante todo.
Ganadera y empresaria
En Cal Bassacs, una pequeña barriada del municipio de Gironella en el Berguedà, se encuentra Mònica Pon, una mujer que quiso seguir los pasos de su familia. Hace 16 generaciones que los Pons se dedican a la ganadería. “Seguí el legado de mi familia. 16 generaciones y yo sigo”, afirma Pon.
Pon tiene muy claro que el hecho de ser mujer no le impide trabajar de nada “No entiendo que sea de otra forma. Las mujeres podemos trabajar de todo, y llevando una granja también”. Cuenta que sus padres, quienes le dejaron el decimoquinto legado, cuidaban a la par la granja, aunque la verdad es que el padre llevaba la voz cantante, sobre todo de cara a fuera. “Mi madre cuidaba de la casa y de muchas cosas pero no estaba visibilizada”.
Mónica sigue cuidando y manteniendo la granja donde tiene vacas, ovejas y cabras. Pon decidió quedarse con la tienda de toda la vida del pueblo, La Cooperativa, que servía para alimentar a los trabajadores de las colonias textiles. La Cooperativa, que ahora hace siete años que está en manos de Pon, vende todo tipo de producto de proximidad y natural.
Las tiendas de las zonas rurales transmiten confianza y permite fidelizar el consumidor. En La Ccooperativa los mismos dependientes hacen la compra para las personas mayores que llaman para recitar la lista de la compra, y que no se pueden desplazar hasta la tienda, y se la llevan en casa. “Las zonas rurales tienen este factor de proximidad que el cliente agradece y se desplaza hasta ti, en vez de ir a las grandes superficies”.
Profesora rural
La confianza también es algo que reside en las escuelas. Àngela Ollé es profesora en una escuela rural de Navès, un pueblo de 283 habitantes. La escuela Aiguadora tienen este curso 31 alumnos, el récord en dos décadas. “La escuela rural está arraigada en el municipio, da vida y dinamiza la actividad del pueblo, y en muchos casos son el eje principal del pueblo” cuenta Ollé.
Ollé lleva trabajando como profesora en la escuela rural 21 cursos. Fue a trabajar a este tipo de colegio por casualidad, pero confiesa que ahora es su vida. Este centro educativo forma parte de lo que se llaman Zer, Zona Escolar Rural. Está formado por siete escuelas del Solsonés que comparten profesores especialistas.
Pero Ollé no solo es profesora en la escuela, es muchas más cosas. “En la escuela rural somos profesores, conserjes, secretarios… Somos de todo”. “Si se rompe algo, llamas al técnico, si no hay tinta, la cambiamos… y parte, hacemos clase”. afirma.
“Este tipo de escuela te permite crear un vinculo emocional con las familias”, explica. Además no separan a los niños por franjas de edad si no por ciclos. “Es impresionante ver como los mayores ayudan a los más pequeños a aprender y a descubrir el mundo”, afirma entusiasmada.
Ser profesora en la escuela rural te permite ser mucho más que una profesora. Te permite tener a los niños como algo más que un alumno o un número. La relación es fantástica, confiesa Àngela. “El hecho de tener tan pocos alumnos creas una conexión que va más allá de los años escolares”, explica Ollé añadiendo que es muy gratificante cuando los niños que un día tuviste te ven a ver y los ves triunfar.
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