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Library Juventudes rurales y Desarrollo: Notas de lectura

Juventudes rurales y Desarrollo: Notas de lectura

Juventudes rurales y Desarrollo: Notas de lectura

Resource information

Date of publication
mei 2014
Resource Language
ISBN / Resource ID
IPDRS-Diálogos-126
Pages
5
License of the resource

 
El Instituto para el Desarrollo de Sudamérica (IPDRS) realizó ya dos versiones del Concurso anual Alimentos y pensamientos, siempre en agenda, dirigido específicamente a la participación de mujeres y hombres jóvenes, focalizado en el ámbito sudamericano, en las categorías artículos y ensayos. A raíz de las publicaciones de los trabajos ganadores del pasado año, el autor nos propone una lectura integral sobre la situación y perspectivas de las juventudes rurales en la región con algunos apuntes específicos desde Chile.
Juventudes rurales y desarrollo: Notas de lectura
Este artículo debe su existencia a la estimulante lectura del ciclo de publicaciones que el IPDRS realizó a partir del concurso de artículos y ensayos del año 2013, titulado “Juventudes rurales, situación y desafíos”. Los textos ganadores figuran en los números 18, 19 y 20 de la sección Exploraciones y en los números 113, 114, 115, 116 y 117 de la sección Diálogos, a lo cual se sumó el número 109, que también se refiere al tema.
La lectura conjunta de estos artículos fue una interesante forma de retomar el tema de la juventud rural, que tuve la oportunidad de investigar en Chile, y aproximarme al estado actual de la cuestión en el contexto sudamericano. De ello surgen los siguientes comentarios y reflexiones, que espero contribuyan al necesario diálogo que debe haber sobre este tema en el contexto nacional y en el internacional.
Invisibilidad
Comenzaré con una cita de Abel Irala (Diálogos 116, pág. 1), quien señala que: “(…) las juventudes rurales están prácticamente invisibles, hay poca o ninguna preocupación por entender sus características, sus necesidades, los contextos en los que viven y sus miradas sobre el presente y el futuro”.
Creo que la frase describe muy bien el estado de la cuestión en Chile y probablemente en la mayoría de nuestros países de la región. Ya en 1998, John Durston publicó un influyente texto titulado “Juventud rural en Brasil y México: reduciendo la invisibilidad” (CEPAL, LC/R.1819, mayo de 1998, Santiago de Chile), que fue parte del interés que hubo sobre la temática desde los noventa en adelante, principalmente impulsado por organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que se propusieron “hacer visible” este tema como materia de políticas públicas y cooperación internacional, tras la llamada “década perdida” latinoamericana.
Si escribiéramos la historia de las políticas de juventud rural en América Latina o, más bien, de los intentos por lograr tales políticas, la dualidad visible/invisible sería un eje articulador. En el caso de Chile, el interés del Estado por el tema comenzó a fines de los años cuarenta con los Clubes Juveniles Agrícolas 4C, para luego invisibilizarse en el proceso de reforma agraria, que estaba principalmente focalizado en hombres adultos. Cuando los mismos jóvenes comenzaban a impulsar sus organizaciones en este proceso, sufrieron la interrupción del golpe de Estado de 1973 y la dictadura militar implantó los consabidos cambios sociales, económicos y políticos. En este contexto, desde el Estado se realizan programas de huertos escolares y otro similar a los clubes juveniles, de corta duración.
En los ochenta, las ONG analizaron las consecuencias del modelo neoliberal y agroexportador en el campo, visualizando a las juventudes rurales como sujetos excluidos, pero con potenciales para la “reconstrucción del tejido social” hacia la recuperación democrática. Desde los noventa, el Estado retomó el tema y desarrolló algunos programas de cierta relevancia, principalmente dirigidos a la instalación de capacidades productivas y de emprendimiento de los jóvenes rurales, pero éstos desaparecieron en los primeros años de la década del dos mil hasta ahora (Pezo, 2008. Aproximación a la trayectoria de intervenciones e investigaciones sobre juventud rural en Chile (1948-2008). En: Última Década N° 29, pp. 159-188).
Podemos concebir la visibilidad/invisibilidad de dos maneras. La primera en el ámbito de las políticas públicas, cuyo foco es la existencia de intervenciones desde el Estado hacia las juventudes rurales, y la segunda en el ámbito social, donde el foco está en la presencia que tienen los y las jóvenes rurales en la sociedad, instalando sus intereses, demandas y anhelos con empuje propio. Por cierto, la mayoría de las publicaciones en la materia han centrado su interés en la primera forma de visibilidad, dada la relevancia de contar con una “política de juventud rural”. Pero al descuidar la segunda forma de visibilidad, se suele articular una posición vertical del planteamiento: de arriba hacia abajo, ya que es el Estado quien debe considerar la importancia del tema, actuar en consecuencia e incluir la participación de los jóvenes.
En general, el resultado ha sido que las publicaciones sobre juventud rural interpelan al Estado para hacerse cargo del tema, entregan datos y análisis sobre la situación social y económica de los y las jóvenes y proponen estrategias de intervención –muchas de ellas con un alto nivel de elaboración-. Pero tales propuestas son atendidas poco o nada por las autoridades políticas y organismos estatales, obteniéndose de vez en cuando algunos programas focalizados, de corte sectorial y en discontinuidad.
En esta situación cobra relevancia prestar mayor atención a la visibilidad centrada en los propios mundos juveniles del sector rural y sus formas de organización, tanto formales como informales. Aquí también hay invisibilidad, sobre todo en contextos patriarcales y “gerontocráticos”,en donde los y las jóvenes tienen poco poder de decisión y poca influencia en el devenir de las comunidades rurales y en el ámbito productivo. Pero también hay casos en donde los jóvenes tienen una influencia social importante en la sociedad rural e incluso liderazgos políticos, como destaca Saúl Flores Calderón (Diálogos 114) en su artículo sobre jóvenes en los ayllus. Cabe preguntarse si el Estado u otros actores externos han tenido alguna influencia en ese interesante proceso en Los Andes. En el caso de Chile, al menos, no hay intervenciones desde el Estado para fortalecer las organizaciones y el liderazgo de los jóvenes rurales; tales temas suelen ser abordados esporádicamente por ONG o por las mismas organizaciones sociales.
Otro caso interesante es el que señala Daniela Buendía, en el cual “las mujeres jóvenes rurales han tomado un papel importante en los procesos de empoderamiento y formación de movimientos juveniles y sociales que las ubican en una posición pública y participativa” (Exploraciones 18, pág. 15). Buendía señala procesos organizativos que se han configurado a partir de las demandas cotidianas de las comunidades, cuyo modo de organización es distinto a los movimientos de generaciones anteriores. En ambos casos se evidencian cambios culturales relevantes a través de las nuevas generaciones de habitantes rurales, los cuales, junto a otros factores, transforman la ruralidad.
Este cambio de foco puede ofrecer una alternativa a la forma en que se han elaborado las intervenciones realizadas en juventud rural, basadas fundamentalmente en datos estadísticos o planteamientos generales, tales como la importancia estratégica de la juventud para la modernización de la producción campesina, el difícil acceso a tierras por parte de los jóvenes, la falta de oportunidades, la deuda de las políticas públicas para este sector excluido e “invisibilizado”, entre otros. Si bien estos planteamientos son válidos, al conocer y compartir directamente con los y las jóvenes, más allá de las cifras y promedios, surgen matices y lineamientos alternativos que pueden hacer la diferencia hacia acciones más pertinentes a sus realidades e intereses.
En consecuencia, cuando los y las jóvenes cobran protagonismo como sujetos sociales con sus propias perspectivas y no como “objetos” de intervenciones diseñadas desde fuera, tal visibilidad tiene mayor potencial para alcanzar mejores frutos, acordes con sus genuinos intereses y necesidades. Esto también implica problematizar la relación entre jóvenes y desarrollo rural que se suele realizar en los planteamientos hacia políticas de juventud rural, lo cual abordaré en los ámbitos que se señalan a continuación.
Emigración
Se suele plantear la emigración de jóvenes como uno de los principales obstáculos para vincularles al desarrollo rural. Se ha señalado la necesidad de “frenar la migración” o “fortalecer el arraigo” en la juventud, pero se soslaya que la emigración es más una consecuencia que una causa de la falta de oportunidades, y que en muchos casos es una situación deseada por los y las jóvenes, formando parte de sus estrategias de vida. Por lo tanto, más que “frenar la migración”, habría que generar oportunidades de desarrollo pertinentes que incentiven a los y las jóvenes que desean quedarse o que desean volver luego de una experiencia de vida en otros lugares.
No obstante, cuando la migración conlleva una desvinculación de las y los jóvenes con el territorio y la comunidad de origen, se produce una ruptura generacional a nivel local que impacta en la continuidad cultural de los poblados rurales, aspecto que enfatiza Iris Isabel Ortega (Exploraciones 20), al plantear su preocupación por la conexión de los jóvenes con los saberes y prácticas ancestrales de los pueblos indígenas. Lo anterior cobra relevancia en el desarrollo rural, si lo entendemos como proyecto histórico de los pueblos, en el que debieran estar presentes la memoria colectiva, el arraigo al territorio y ciertos valores fundamentales que forman parte de su cultura.
Educación
En la medida que la educación es urbanizante y desconoce o incluso desprecia las características locales del medio rural en particular, se relaciona estrechamente con la emigración, siendo casi un “camino sin retorno” para quienes prosiguen estudios superiores. Por otra parte, en el caso de Chile, las familias rurales ven en la educación un vehículo de movilidad social y fomentan este proceso migratorio al constatar que en la ruralidad hay pocas oportunidades de “surgir” socioeconómicamente. En este contexto, se suelen quedar las y los jóvenes que no prosiguieron sus estudios, existiendo frustración y desmotivación al no ver cumplidas sus expectativas previas (PNUD, 2008. Desarrollo Humano en Chile Rural. Santiago de Chile, págs. 131-135).
El tema de la juventud rural no puede estar disociado de un debate amplio sobre la pertinencia y los alcances de la educación en las zonas rurales. Este debate no debe estar restringido a los planificadores y los expertos, sino que debe integrar a todos los actores involucrados, incluyendo por cierto a los y las jóvenes. En este sentido, el artículo de Matías Pontoriero (Exploraciones 19) resalta la capacidad de los y las jóvenes para plantear sus reflexiones y propuestas al respecto, reconociendo a la educación rural como pilar fundamental de una agenda común en materia de juventud rural. Aquí se señala con claridad que la educación rural debe estar vinculada al desarrollo rural, por lo cual se hace necesario extender el debate también a otros actores, gubernamentales o no, que tengan un papel relevante en este tema.
Si bien en Chile la cuestión educacional ha tenido una notable presencia a raíz de las movilizaciones estudiantiles en los últimos años, el tema de la educación rural no ha formado parte de los debates principales.
Diversidad e identidad
Rafael Mesén Vega, en sus artículos publicados en Diálogos 109 y 117, plantea un aspecto clave para las intervenciones en juventud rural, que es la diversidad de jóvenes rurales, que está presente aun en un mismo territorio. Por lo tanto, tales acciones deben ser capaces de reconocer estas diferencias sociales y de esta manera pueden ser más pertinentes.
No obstante, se debe considerar que estas diferencias pueden ser de diverso tipo, por ejemplo: de ocupación (jóvenes escolares, jóvenes que trabajan de distintas formas, jóvenes sin trabajo remunerado, entre otras), de estilos asociados al consumo cultural o expresiones artísticas, de acceso a la tierra (propietarios y asalariados sin tierra),socioeconómicas, étnicas, de género, entre otras muchas que podrían identificarse, las cuales además varían según el contexto sociocultural de cada territorio. Por su parte, la yuxtaposición de estas diferencias en la vida social configura las –también diversas- identidades juveniles, las cuales se dan en el contexto de la convivencia con sus semejantes y en la relación (que puede ser más o menos armónica, conflictiva o divergente) con las otras generaciones. Asimismo, cabe considerar que tanto las diferencias como las identidades cambian a través del tiempo, vale decir, están dotadas de historicidad.
Las intervenciones dirigidas a la juventud rural se insertan en estas complejidades socioculturales e impactan en ellas, razón por la cual es preciso mantener una perspectiva integral y multidimensional, aun cuando, por el carácter de las intervenciones, se privilegien ciertas variables diferenciadoras.
De hecho, ciertas intervenciones pueden fracasar por descuidar aspectos relevantes de la vida social de los jóvenes y del territorio en el que se realizan; pueden producir conflictos, divisiones en la comunidad u otros efectos sociales, que por lo general no forman parte de un análisis previo o no son detectados tempranamente. Por ello es tan importante trabajar desde las primeras etapas con los y las jóvenes, pues ello aporta elementos que viabilizan las intervenciones y motivan el compromiso con las iniciativas, siempre que éstas –insisto- sean acordes con su realidad sociocultural y sus genuinos intereses y necesidades.
Perspectivas de desarrollo
Se debe reconocer que hay distintas visiones en materia de desarrollo rural, algunas complementarias y otras contrapuestas que, por cierto, tienen un sustrato político. Por lo general, las perspectivas hegemónicas han sido elaboradas sin la participación de las y los habitantes del medio rural, configurando un carácter asimétrico y excluyente en la construcción social del desarrollo rural (en el caso de Chile, este tema se desarrolla en Pezo, 2007. Construcción del desarrollo rural en Chile: apuntes para abordar el tema desde una perspectiva de la sociedad civil. Revista MAD N° 17, pp. 90-102).
En este ámbito, se debe considerar que los y las jóvenes rurales pueden analizar y problematizar sus realidades y, como nos muestra Matías Pontoriero (Exploraciones 19),  pueden ser “actores y autores” de propuestas de desarrollo rural que sean pertinentes a sus territorios. Al respecto, concordamos con Alcides Ramírez Caballero, cuando plantea que es necesario “instalar en el debate una discusión política e ideológica del desarrollo rural y social con perspectiva juvenil” (Diálogos 113, pág. 4).
En consecuencia, cobran relevancia intervenciones destinadas a fortalecer las organizaciones juveniles existentes y a desarrollar visiones propias sobre sus problemáticas, a fomentar capacidades de análisis y el trabajo colectivo de jóvenes rurales, abriendo espacios de participación en el ámbito de las políticas sociales y de desarrollo en sus territorios, como señala Laura Marcela Santos González (Diálogos 115). De esta manera, las nuevas generaciones rurales podrían tener más oportunidades de determinar su propio destino –y el de la sociedad rural- que las que han tenido hasta ahora.
Finalizo este artículo invitando a la lectura de las interesantes publicaciones sobre juventud rural realizadas por el IPDRS, cuya riqueza de planteamientos excede con mucho a lo aquí desarrollado. Mis felicitaciones a los autores y autoras y al IPDRS por instalar con nuevos bríos este importante tema.

*Antropólogo Social especializado en desarrollo, investigador y docente. Tiene varias publicaciones sobre desarrollo y antropología rural.
 

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