La indígena Jam Bai, una agricultora de la aldea de Korchi, en el oeste de India, está afanada. Tras dos meses de espera, la lluvia finalmente llegó y debe sembrar en apenas unos días los retoños en sus arrozales, mientras la tierra aún está suave.
El 3 de agosto, aenas unos días antes de que IPS visitara la aldea, las fuerzas de seguridad del gobierno mataron a tiros en otra aldea, a 40 kilómetros de Korchi, a siete rebeldes armados pertenecientes a un grupo radical de extrema izquierda, a cuyos miembros se conocen como “naxals (maoistas)”.
Korchi se ubica en el distrito (división administrativa parecida a la provincia) de Gadchiroli, en el estado centro-occidental de Maharashtra, que tiene uno de los bosques de madera de teca más densos de India, y cuya capital es Mumbai, el centro económico del país, que se ubica a unos 750 kilómetros al oeste de la aldea.
La región aparece a menudo en las noticias por incidentes violentos como explosiones de minas terrestres, asesinatos, disparos, arrestos y protestas que ocurren en este territorio.
Los maoístas han estado librando un conflicto armado contra el gobierno durante más de una década, en la que exigen una sociedad sin clases.
Desde el último incidente, ha habido un cerco no oficial alrededor de Korchi. Al extenderse la tensión y el temor, Bai no pudo encontrar un solo trabajador para contratar para la siembra. Pero esta campesina de 53 años no se rinde: no sembrar sus campos no es una opción.
Sus razones no son solo financieras sino también emocionales. Después de años de lucha, finalmente ella es ahora propietaria oficial de la tierra que cultiva.
Así que la jornada en que IPS estuvo en la aldea, Bai había logrado que varias familiares y amigas de la localidad llegasen para ayudarla. Con los saris levantados sobre las rodillas y los talones clavados en el agua fangosa, todas ellas se doblaban en fila, sosteniendo un manojo de retoños en una mano, mientras sembraban un pequeño manojo con la otra.
“Tengo cinco acres de tierra (unas 2,02 hectáreas). Hasta ahora hemos terminado de sembrar alrededor de un acre. Quedan cuatro más, pero seguramente terminaremos en otros dos o tres días”, dice Bai. Las mujeres se ríen y la animan.
Korchi cuenta con algo más de 3.000 habitantes, la mayoría son agricultores familiares o de sobrevivencia que pertenecen a las comunidades gondi y kawar, dos de los que la Constitución india incluyó como “Tribus Programadas”, el término oficial para los pueblos indígenas reconocidos oficialmente como tal en el país.
Pese a los conflictos en su territorio, el distrito de Gadchiroli se erige como el primero en todo el país en otorgar derechos sobre la tierra a los pueblos indígenas.
En gran parte, el éxito se atribuye a las mujeres indígenas locales como Bai, perteneciente al pueblo kawar, que han liderado durante años un movimiento a favor de sus derechos de propiedad sobre las tierras agrícolas y forestales.
Los arrozales que posee Bai se encuentran en las afueras del pueblo, antes del comienzo del bosque. Durante generaciones, la familia de Bai ha vivido de cultivar la tierra y recolectar fruta, vegetales, hierbas, cortezas y otros recursos del bosque, al igual que otros miembros de las comunidades indígenas de la zona.
Pero nunca poseyeron derechos oficiales sobre ninguna de las tierras que trabajaban.
El cambio comenzó cuando el gobierno pasó a implementar en 2006 la Ley de Derechos Forestales, que reconoce los que tienen los pueblos originarios sobre los bosques en trno a los que viven.
Bai solicitó dos años después la propiedad formal de la tierra de su familia y tras casi una década de lucha, obtuvo el año pasado el derecho legal sobre la tierra.
“Antes que yo, mi suegra y la suegra de ella también sembraron arroz en esta tierra. Pero hace 15 o 20 años, todos comenzaron a decir, ‘esta tierra pertenece al gobierno, solo la estás ocupando’. Fue entonces cuando comprendí que necesitábamos ser sus propietarios formales”, contó.
“Finalmente, el año pasado recibí mi ‘Patta’ (certificado de propiedad)”, recordó con orgullo.
Propiedad de la tierra para las mujeres: una historia compleja
Kumaribai Jamkatan, de 51 años, es una de las lideresas de la región que lucha desde 1987 por los derechos de las mujeres a la tierra que ellas y sus familias trabajan ancestralmente.
Aunque la Constitución india otorga igualdad de derechos a hombres y mujeres, las mujeres comenzaron a reclamar la propiedad formal de la tierra solo después de 2005, el año en que el gobierno otorgó derechos legales a las hijas para ser copropietarias de tierras familiares.
Para las comunidades indígenas, fue la Ley de Derechos Forestales de 2006 la que permitió a las mujeres convertirse en propietarias.
Actualmente, los pueblos indígenas en Korchi tienen dos tipos de derechos sobre la tierra:
Los derechos individuales sobre las tierras de cultivo en cada aldea y los derechos colectivos sobre un área específica en el bosque para la caza y recolección. Ambos fueron posible en 2006 bajo la nueva ley, que reconoce los derechos forestales de las tribus programadas y otros habitantes tradicionales de los bosques.
Eso otorga a cada comunidad el manejo de porciones del bosque que por generaciones han sido su fuente de sustento.
La porción asignada a cada comunidad se determina por el tamaño de la población aunque suele oscilar entre cuatro y 10 acres (de 1,6 a 4 hectáreas aproximadamente).
La lucha de las mujeres por la tierra continúa porque la implementación de la ley de 2006 es muy lenta y falta conciencia en las comunidades sobre los derechos particulares de ellas.
El Censo de Agricultura de India 2010-2011 reflejó que a nivel nacional las mujeres solo poseen 10,34 por ciento de la tierra, aunque sea un porcentaje muy superior el que la trabaja.
La razón es que las mujeres tienen muchos más desafíos sociales, financieros y legales, dijo Jamkatan a IPS.
“Al principio, nadie creía en los derechos individuales de las mujeres a la tierra. Algunos lo vieron como demasiado trabajo que hacer, porque la tierra generalmente está a nombre del patriarca de la familia y otorgar la propiedad a las mujeres significaría distribuir esa propiedad entre los miembros de la familia, varones y mujeres”, explicó.
Además, están los desafíos legales. “La solicitud necesita varios documentos, incluidos mapas y recibos del impuesto a la tierra pagado al gobierno del distrito por la familia durante las últimas tres generaciones, múltiples firmas de la solicitante, los miembros de la familia, el jefe de la aldea y funcionarios del departamento de tierras y muchos ecetera”, narró Jamkatan.
A eso se suman “varias rondas de verificación”, en la propia comunidad, en su pueblos, entre funcionarios del distrito y de diferentes agencias gubernamentales, “lo que lleva mucho, mucho tiempo”, explicó.
En 2017, la batalla de las mujeres por sus derechos sobre la tierra en Gadchiroli se vio respaldada por la creación por las comunidades locales de “Maha Gram Sabha (la Gran Asamblea de las Aldeas)”.
Se trata de una organización comunitaria que aglutina a 90 aldeas indígenas de las 125 que hay en el distrito, que tiene más de nueve veces el tamaño de Londres, con una población total de aproximadamente 1,7 millones de personas.
La Gran Asamblea de las Aldeas ha encabezado el movimiento de mujeres por los derechos a la tierra de manera colectiva y ha reafirmado también sus derechos dentro los comunitarios de las tribus a los bosques y sus recursos. Unas 3.000 mujeres obtuvieron sus derechos sobre la tierra desde que se formó la Asamblea.
La organización cree que los pueblos indígenas tienen el mayor derecho a la tierra y al bosque que han explotado, y conservado, ancestralmente.
Cuando esto se garantiza, la comunidad tiene una vida mejor y el bosque también se conserva mejor, dijo a IPS un exjefe de la aldea Korchi y ahora asesor de la Asamblea, Nand Kishore Wairagade.
En la aldea de Korchi, Wairagade comparte cómo los indígenas usan la tierra de manera sostenible: “la comunidad aquí sabe exactamente cuánto tomar un recurso del bosque. Su necesidad no está impulsada por el mercado y las ganancias, sino por satisfacer la necesidad de la familia”.
Como ejemplo, detalló que “cuando cosechan brotes de bambú, solo necesitan unos pocos para alimentarse y dejar suficiente en la naturaleza, para que el bosque pueda regenerarse”.
“La sostenibilidad y la conservación está en nuestra cultura”, subrayó.
Sarajaulabai Ganesh Sonar, otra pequeña agricultora de Korchi, que posee tres acres de tierra (1,2 hectáreas) con título de propiedad desde el año pasado, cree que sin la propiedad de la tierra, el empoderamiento de las mujeres es incompleto.
Ella dijo a IPS que antes las mujeres tenían demasiado miedo para exigir su parte de la tierra, pero que “ahora lo ven como una lucha por su propia identidad. Una mujer también puede ganarse la vida con su propia tierra”.
“Para nosotras, la tierra es nuestra verdadera fuente de empoderamiento”, sentenció.
Por: Stella Paul
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